Lilymeth Mena Copiright 2014 © Todos los derechos reservados

Safe Creative

Registro de Propiedad Intelectual

Regreso a casa.

Hurgando el bolsillo de mi abrigo saco la llave de su casa, la misma que me diera dos años atrás y que he cargado conmigo desde entonces. Le daba miedo imaginar que un día podía caer en la ducha o por las escaleras, y que los vecinos notarían su ausencia y encontrarían su cadaver, cuando ya estuviera en avanzado  estado de descomposición.
Un miedo ridículo viniendo de alguien que se ocupó toda la vida de llamar la atención, y de rodearse de gente que revolotéa a su alrededor como lo hacen las moscas sobre la mierda.
Entré por la puerta principal con toda la calma hasta llegar a la cocina, ahí la encontré de espaldas con su mandíl de mariposas.
~Con que guisando eh?
Llevándose la mano al pecho y agitada me dijo ~Pero que susto me has dado! Bien podrías haber llamado. Tienes hambre? Llegas en buen momento, acabo de terminar tu favorito: Asado. Siéntate que te atiendo.
~Ya, deja que me lave las manos, ya vengo.
Me miré en el espejo de su baño, un baño que me conocía quizás mejor que yo. La mirada que me devolvía mi reflejo me erizo la espalda. Cuando se ha acumulado tanto rencor por tanto tiempo, el mismo aire se convierte en un barro espeso que vuelve dolorosa la propia respiración.
De vuelta en la cocina la encontré con la vista dentro de la cazuela.
Al sentir mis pasos se ha vuelto hacía mí con esa sonrisa odiosa de toda la vida. ~Te lavaste las manos y no te has sacado los guantes?.
No le dí tiempo de nada, tomé uno de sus cuchillos y se lo enteré en el pecho hasta escuchar los huesos tronar.
~Tú tienes la culpa! Tú me lo quitaste! Tú mataste a papá! Te odio!
Ella aún sorprendida, me dirige una mirada de compasión maternal y tristeza, mientras su estúpido mandíl de mariposas se llena de sangre.
~Pero Mariana, hija...estas loca!
~Estamos mamá, estamos. 



Lilymeth Mena
22 Septiembre, 2013.   

Mariachi aquí¡

   En el número 12 de la calle del Olmo Ernesto miraba a su madre y a sus tias andar de un lado para el otro de la enorme casona con el pañuelo en la mano y lloriqueando. Lupe la única criada de la casa se encargaba de tapar los espejos de la habitación con grandes sabanas blancas. María la madre de Ernesto le había encargado estar atenta para detener el reloj en el momento preciso. La puerta principal no dejaba de sonar por los parientes interesados en dar el último adiós a la anciana abuela; así como para saber algo sobre el testamento.
El medico de cabezera no se apartaba del lado de doña Eulalia; tomando los signos vitales de cuando en cuando y suministrando morfina para que el pobre cuerpo ya cansado no sufriera de más.
Ernesto y sus primos no sabían realmente lo que estaba por venir, que era todo eso de las tias lloronas y los espejos tapados. Los tios que nunca venían de visita ahora contaban chistes en el corredor.
Era como una fiesta sin ser fiesta.
Las manos de Lupe abrieron el enorme reloj de pie y detuvieron las manecillas a las siete menos cinco.
El galeno entrego unos papeles a María y se retiró muy serio. No le dio paletas a ninguno de los niños como era su costumbre.
Fue una de las tías quién cubrió el azulado rostro de la pobre abuela.
Justo al lado, en la calle del Olmo número 11, Manuel escuchaba el llanto de su primogénito, la partera salio para anunciarle que se trataba de un sano y rosado varoncito.
Lleno de gozo Manuel mando a traer mariachis para festejar a su hijo y dar las gracias a su mujer.
Al arribar a la calle del Olmo y ver tanta multitud, los mariachis no sabían si entrar en el 11 o en el 12.

Lilymeth Mena

12 de septiembre, 2013. 

¿Pa' que?



Esta semana se ha ganado las palmas de entre las más difíciles que me han tocado sortear entre las tormentas de mis océanos internos. De un sin avisar me llegaron oportunidades. y eso de tener que tomar decisiones así en dos minutos es no solo difícil, sino hasta doloroso. Te dueles y te apenas por ser un pobre diablo que no sabe decidir lo que será de su futuro próximo o lejano.

Pero, como consuelo (como hace todo idiota), me imagino que a todos nos sucede así cuando nos llegan de golpe tantas cosas, buenas, malas y las peores.

El martes…no, ¿era miércoles?, no, seguro fue el martes, venía de regreso del trabajo como cada tarde, con el calor inmundo que ha hecho estas tardes empapando mi pecho que se pegaba a la camisa inevitablemente. El paisaje urbano que poco a poco se va convirtiendo en rural me venia prodigando un poco de calma a especie de caricia muy necesitada. Ver grandes llanos verdes y uno que otro animalillo pastando, me devolvía al mundo donde habitan todos los demás.

Por eso decidí mudarme hasta acá, aunque mi camino al trabajo se haya alargado, no importa, mis tardes, de hecho mis días siguen antojándoseme tan largos que ¿Qué mas da?

El casi inservible autobús en que venía se detuvo como lo hace mil veces a lo largo del camino para subir o bajar gente, cuando mi mirada perdida se posó sobre un pobre muchacho. Era muy joven, quizá unos veintitantos o treinta años, tirado en el suelo incómodamente, la mitad sobre la acera y la otra abajo. En los escasos segundos que duró la parada del autobús en aquella esquina, pude notar que el chico sufría un ataque.

No estaba mal vestido ni sucio, tenía el cabello recién cortado, seguramente se había afeitado por la mañana. Junto a él se encontraba una mochila de lona color negra con vivos en rojo.

Sus jeans mostraban una fresca mancha de orina. Y el pobre joven sufría leves convulsiones mientras sus ojos se perdían hacia atrás.

Las personas pasaban a su lado sin siquiera mirarlo, seguro pensaban que se trataba de un inmundo borrachín que en lugar de estar trabajando para alimentar a sus hijos, se había ido a la pulqueria del lugar a hincharse hasta caer sobre la acera tan indecorosamente.

No pude creer que nadie se acercara a prestarle auxilio, que nadie pudiese notar la diferencia entre un chico de clase trabajadora y un borracho mal oliente.

Si no fuese yo quien notó lo evidente, si yo fuese otro.

Hubiese parado el autobús para brincar y ayudar al joven, pero para su pinche mala suerte, el único observador abordo es un cobarde,  que no tiene ni puta idea de que hacer con su propia vida.

21 Abril, 2013
Lilymeth Mena.
Safe Creative #1304224986102

De tajo.



El invierno pasado marcó exactamente dos años desde la última vez que nos vimos. Que me tuviste sin que yo te tuviera.
Durante todo este tiempo he venido arrastrando los pies como un enfermo, un sonámbulo, ningún lugar me parece bueno para mí por que soy yo el que no se siente bien a donde quiera que vaya. Es como si este mundo no estuviese hecho para alguien que guarda una pasión tan ardida como yo.

Daría cualquier cosa por dejar de respirarte cada vez que me amanece, por borrar el tacto de tu piel sobre la mía, la textura de tus cabellos de entre mis dedos húmedos por tus sudores.

Acudo con puntualidad a las comidas familiares sin ningún interés mas que el de mantenerlos tranquilos por mi bienestar, aprendiendo de vez en cuando a dibujar esa sonrisa fingida que parece contentarlos a todos, menos a mi; de igual forma no falto nunca a mis charlas con el psiquiatra. Ese viejo.

El pobre piensa que hemos hecho algunos “avances”.

Todas las pastillas que me ha recetado solo han conseguido hundirme en un estado de permanente sigilo, soy como un gato abandonado, siempre con hambre, pero siempre callado. Dolido tan hondo que ya es imposible que salga de mí ser maullido alguno.

Lo he venido pensando desde hace mucho pero no había dado con “eso” que hace falta para decidirse de una buena vez. El sentido de supervivencia me venía sosteniendo no se de que manera.

Hasta que el otro día por la tarde el buen doctor me ha dicho las palabras que si no mágicas, precisamente adecuadas “Necesitas borrarla ya de tu mente para siempre, debes eliminarla por completo”.

Por eso estoy aquí, parado a mitad de la cocina con ambas manos temblorosas aferradas al mango del cuchillo enterrado en mi vientre, mirando como ese chorro oscuro y espeso semejante al aceite, llora hasta llegar al suelo. Era el único modo.
Tenia que cortarte de mí.

Lilymeth Mena
28 Marzo, 2013. 
Safe Creative #1304074910197

El factor sorpresa.


Entre semana por lo regular a las cuatro de la tarde el andén del metro estaba tan a reventar, como un mercado de pulgas el sábado por la mañana. Los codos de la gente se golpeaban a veces con suavidad, otras con una completa y notable falta de cortesía; todo con tal de ganar algún espacio lo mas cercano posible a la llegada del tren y a la puerta del mismo.

Con su bastón para ciegos caminó entre los bolsos de mano, los portafolios y los empellones. Logró abrirse paso y llegar hasta la misma orilla del andén. La punta negra y redondeada por el desgaste acaricio varias veces la línea lisa que marca el límite seguro para los pasajeros.

La punta del bastón jugueteaba con la línea de color amarillo de brillantes azulejos, mientras su mente viajaba imaginándose que entre tanta gente nadie lo notaria, podría tratarse de un accidente común. La multitud, la cercanía al borde, la inquietud de los otros por estar cerca, la precipitada llegada del tren. 

Marzo 04,2013.
Lilymeth Mena. 
Safe Creative #1303054715029

El buen hermano



Acostumbrado como estaba a las constantes mudanzas, Héctor limpiaba con marcado desgano el polvo de su colección de  aviones a escala, y de pequeños soldaditos, antes de envolverlos y meterlos en una caja de cartón.

Regadas por el suelo de su habitación ya había varias cajas selladas y rotuladas. Juguetes, ropa de cama, libros, zapatos.

En realidad no comprendía bien a que se dedicaba su padre, solo sabia que tenían que cambiar de casa muy seguido; aunque no le molestaba ser siempre el nuevo de la clase, y nunca se había quejado de tal inestabilidad, le daba cierta nostalgia mirar las fotos que le tomaran de bebe en casa de sus abuelos, y que guardaba celosamente bajo la almohada. Una casa y unos abuelos a los que apenas recordaba pero que le dolía haber dejado atrás.

Otra vez el ritual de despegar con toda la paciencia del mundo sus pegotines de colección de las puertas interiores del closet, para repegarlas en las de la nueva casa.

Todo parecía lo mismo que todas las veces pasadas.

Hasta que su madre apareció con cara sombría en la puerta de su habitación para anunciarle que a donde se mudarían esta vez, no se les tenía permitido llevar mascotas. Adiós señor Gonzáles.

El señor Gonzáles había sido su gato y compañero fiel desde que ambos eran apenas unos críos. ¿Cómo podría abandonarlo?

Si había sido el señor Gonzáles la única razón por la que todas las anteriores mudanzas no habían significado casi nada, él hacia soportable cualquier traslado. No importaba a donde fuera la familia si su pinto bigotón podía siempre acurrucarse sobre su regazo.

Su madre había intentado calmarlo diciéndole que podían dejarle el gato a la señora Pita, una anciana vecina que ya poseía unos cuantos.

Pero eso no servia de consuelo.

Abandonar a tu mejor amigo, a tu único mas mejor amigo no es de gente. No se le deja un niño a un anciano que apenas puede cuidar de si mismo. El señor Gonzáles y Héctor eran de la misma edad, eran como hermanos.

“Es un niño igual que yo”

¿Cómo saber que la vieja, inútil y decrepita Pita cuidaría bien de él? ¿Qué sus demás gatos hambreados no lo molestaran, como hacen en la escuela los niños mayores solo por que es el chico nuevo? ¿Cómo confiarle a una casi desconocida tu cosa mas amada? Lo único que has sentido tuyo.

Era casi como tener que arrancarte un brazo.

Nadie es capaz de arrancarse un brazo solo por que te lo digan los demás, aun si los demás son tus propios padres.

Nadie abandona a un hermano.

La mañana de la mudanza Héctor estaba muy serio observando desde el asiento trasero del auto de su padre, como los empleados de uniforme azul subían los muebles y las decenas de cajas al enorme camión.

Casi al mismo tiempo de arrancar el auto se terminaba de subir el último tanto de cajas, Héctor se sentó sobre sus rodillas para poder mirar hacia atrás.

La gente del camión subía para partir hacia la nueva casa en caravana y en el lago, detrás de la casa, el cadáver del señor Gonzáles flotaba. 

Febrero 8, 2013
Lilymeth Mena. 
Safe Creative #1302094566806