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Justicia divina.

Sin poner atención sobre el rumbo que tomaban mis pasos, avancé pesadamente con las manos dentro de los bolsillos del pantalón encorvándome naturalmente hacia adelante. Sobre la cabeza cubierta por rizos despeinados caían gotas frías y gruesas. El adoquín de la calle brillaba con tanta agua venida por torrentes a la tierra sin compasión alguna.

-Pero es que no se puede estar más jodido - me repetía para mis adentros una y otra vez.
Cuando me detuve en la esquina cerca de tu casa, paró de llover.
Por un segundo todo se volvió silencio, una especie de eco sordo inundó mis oídos y la cabeza. Miré hacia todas partes, en la calle no había nadie más que mis ropas y yo hechos caldo.
Entonces del cielo cayó la pluma de un ave negra. Escuché una voz gruesa que me decía ( ¿ u ordenaba ? ) - ¡ Escribe !
No puedo decirte por que, pero sin pensarlo me incliné para recoger aquella oscura prenda, que a diferencia de todo cuanto le rodeaba, estaba seca.
No pude más que obedecer.
Nunca sabré si aquella voz era la de un ser divino que me indicaba la misión gloriosa que me tocaba desempeñar en esta vida; o si era la voz de una paloma negra, que al no poder echarme encima un excremento, me condenaba al peor de los sufrimientos.
30 Noviembre, 2010
Lilymeth Mena.
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Y se hizo la luz.

"No es el que me hayas fallado
sino el que ya no crea en tí
lo que me ha hecho estremecer..."



Se puso de pie con las rodillas enrojecidas. Justo en el clímax de la desesperación, había visto una luz más brillante que ninguna otra. Las manos sudorosas y la boca seca eran síntoma del nuevo estado en el que había entrado. Era despertar de un letargo que no supo cuando comenzó. El estremecimiento de su cuerpo evidenciaba la conciencia adquirida, ese tipo de conciencia de la que no hay retorno posible. Nada, ni el mundo ni las personas, volverían a ser los mismos. Incluso él ya era otro.
22 Noviembre, 2010
Lilymeth Mena.
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Piadoso olvido.

Ya se había formado una pequeña abertura entre la madera astillada de la puerta, y la del suelo. Regados por dentro y por fuera, había pedazos de sus uñas rotas de tanto buscar una salida. Solo quien ha sido privado de su libertad y ha tenido por compañeros a la soledad y al miedo, sabe la desesperación que ataca, cuando no se escucha a nadie que venga a liberarnos. Ningún paso que haga eco en el pasillo y que nos acerque a la persona amada, a la luz de la luna, a la hierba del jardín, al canto de las aves sobre el tejado rojo.

Los ruidos de la casa parecían haber quedado mudos de repente, solo para castigar a sus oídos. No existe nada más cruel que el silencio, eso, y el lento caminar del sol cuando no hay más luz que la que entra por debajo de la puerta. En esos instantes levita uno en un lugar sin tiempo.
Te ves devorado por un agujero negro, se te adormece el cuerpo y caes en un sueño que te extrae de toda realidad.
La puerta principal se cerró de golpe.
Te despiertas con una súbita sacudida, el corazón hace el esfuerzo de no salirse de su lugar con tan bruscos golpeteos, tan solo por un instante no sabes donde te encuentras; pero el suelo húmedo y frío te lo recuerdan.
Se escuchan voces y pasos. Entonces la desesperación regresa y vuelves a rascar la puerta, quieres aire limpio, sentir la hierba verde, mirar la luna llena.
Te lastimas de tanto que luchas por hacer que te escuchen. Al final los pasos se acercan y se abre la puerta. Te sientes tan feliz que te dedicas a dar las gracias, tan feliz de ver la luz de nuevo que ya ni recuerdas que tus amos te encerraron por comerte al canario de la vecina.
22 de Noviembre, 2010
Lilymeth Mena.
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Flechazo.

Su mirada se fundía en el horizonte del mar, donde el cielo y el océano se hacen uno solo. Yo me acerqué con lentitud a su espalda. Su piel blanca deslumbraba aun más bajo la luz del caliente sol. Su talle, su cadera, su cintura, eran invitaciones a acercarse sonambulamente, seductoramente.

Con el aliento a medias, sin fuerza, sin voz.
La voluntad me abandonó con unos pasos dados sobre la arena. Las olas dejaron de moverse. Las gaviotas callaron.
Ella se volvió a mirarme. Oh Dios, es tan hermosa ¡
La perfección de sus hombros terminó de bloquearme los sentidos, sus labios gruesos, se llevaron lo que quedaba de mi cordura.
Cuando su mirada y la mía estuvieron conectadas, ya no supe de mi. Un ligero hormigueo subió por mis pantorrillas hasta la nuca. No me importaba nada. No deseaba nada.
El hormigueo se convirtió en dolor paralizante. No me fue posible estirar la mano para tocarla, al menos.
Me abandoné, no podía luchar contra eso. Era más fuerte que yo.
Antes de entregarme, me permití mirarla por última vez.
Si no podía hacer nada para evitarlo, me llevaría su recuerdo. Aquella mirada furiosa de sus verdes ojos. De un verde profundo. Los parpados ahora me pesan tanto. Parpados de ladrillos, ladrillos de plomo. Plomos de mis deseos más callados. Es tan bella. Tan perfecta. Lo único que cambiaria de ella, tal vez, y solo tal vez, serían las serpientes sobre su cabeza.
09 Noviembre, 2010
Lilymeth Mena.
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Escarcha cínica sobre la hierba verde.

Se la vivía mirando hacia otro lado. Se ocupaba tanto en hacerse el desentendido que lo lograba a la perfección. Sin embargo las hojas de los árboles caían sobre sus hombros todos los otoños, los inviernos devoraban con su impaciente escarcha la hierba verde bajo sus pies.
Su sonrisa blanca y brillante iluminaba cualquier lugar en donde entrara. Las ventanas se le abrían, casi solas.
Samkara tenia razon, solo envejecemos cuando vemos envejecer a los demas.
Por eso él nunca sobre pasaba el muro a su alrededor. Siempre era la magia de conocerse y la despedida.
La ventana se cerraba tras sus espaldas y se olvidaba por completo de la gente, de las causalidades. Las desesperadas gotas nocturnas, que no cesan de caer sobre el oxidado fregadero. Se lanzaba al vuelo pensando solo en cosas bonitas.
Pero el reloj en la panza del cocodrilo no paraba de hacer Tic Tac.
06 Noviembre, 2010
Lilymeth Mena.
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Imperfecciones sobre el espejo.

En su cutis de mármol blanco, no existían pecas o marcas. Los arcos de sus cejas acentuaban la belleza de sus ojos verdes, de un verde profundo casi oceánico. Sus redondos labios, pintados ligeramente de un rosado infantil, robaban suspiros a cualquier mortal. En materia ella era perfecta.

Pero nada de lo que le dijeran los demás, podía levantar del suelo su desmedido ego, su enfermiza vanidad.
Nada era suficiente, nunca era demasiado.
Los quirófanos eran los únicos que podían hablarle con una verdad incorruptible. Cada “defecto” que ella encontraba en si, siempre podía desaparecer con la hábil intervención de una mano enguantada en látex.
Nadie sabe hasta donde se puede llegar por alcanzar la perfección, hasta que el dinero y la juventud se acaban.
Ha mandado romper todos los espejos, no sale a la calle ni acepta visitas.
Una sola sirvienta se ocupa de todo el trabajo de la casa.
Es su cumpleaños número cuarenta y ocho, su hermano viene a visitarla, le trae un regalo y le informa que su madre ha muerto el otoño pasado.
Profundamente conmovida, permite que su hermano entre.
El hermano la abraza, ella le da un beso en la mejilla. La luz del cuarto es muy débil, apenas la suficiente para ver la silueta del otro. Su hermano le externa lo difícil que es vivir “allá afuera”. Le cuestiona sobre su distanciamiento con la familia, el por que no tolera tener contacto con el exterior.
Ella enciende una pantalla sobre la mesa que se encuentra a un costado. Su hermano no deja de advertir la belleza de sus facciones, lo suave y terso que luce su cutis, sus labios ligeramente rosados deteniendo un cigarrillo, sus elegantes manos. Le parece increíble que tenga cuarenta y ocho años.
Ella toma una bocanada de su cigarrillo y dice en voz muy baja “No puedo permitir que nadie me vea. No quiero que nadie mire el monstruo en el que me he convertido”.
03 diciembre, 2010
Lilymeth Mena
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Pa’ ti no estoy.

Si ya se que a veces no tienes ganas de seguir aquí. Pero yo no estoy para cumplir caprichos, ni los tuyos ni los de nadie. Y no tiene nada que ver con que tenga o no roto el corazón. Mira que ya muchos antes que tú, han tenido la idiota idea de que pueden tentarme, pero es difícil. No digo que imposible, pero difícil si, muy difícil.

No querrás saber que le sucedió al último pendejo que quiso comprarme, te lo aseguro. Por que si te lo contara, entonces si, tendría que llevarte conmigo. Andar dejando testigos es algo inexcusable.
Además a ustedes los vivos les encanta eso de pensar que todos tienen un destino que cumplir, que cada uno es especial, que cada individuo tiene una especie de misión.
Y pos la verdad a ti todavía no te toca.
Aunque a veces hagas tamaños berrinches, aunque yo tampoco te soporte cuando te pones…como te pones.
Mira, yo no tengo prisa, y cuando estás tranquila, sabes muy bien que tú tampoco. Así que te seguiré esperando.
Igual y es verdad, tal vez tengas una misión, o todavía tienes por ahí un par de cosas "inteligentes" que escribir. Y no te ofendas por que te diga las cosas así a lo bruto. Ten en cuenta que yo los trato a todos por igual, así que, espérate tantito, que ya cuando te toque, vendré por ti. De eso no tengas la menor duda. Me encanta la puntualidad. 
01 Noviembre, 2010
Lilymeth Mena.
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Baño de Luna.

Caminan bajo la luz de la luna como el par de enamorados que son. Roberta y Nicanor se casaron desde muy chicos, por que “ansina” se acostumbra en su provincia. Por que en su pueblo todos se conocen de toda la vida.

Los pies derechos de ambos, dan el compás a su paseo nocturno. El vestido de ella, ya un poco roído, se mueve a cada lado cuando ella se contonea. El pie derecho de èl se arrastra un poco, por aquel accidente que tuvo a los treinta.
En una esquina del parque se encuentran con un hermoso jardín de flores, todas olorosas, todas coloridas.
Nicanor pone con mucho trabajo una de sus rodillas en el suelo, y con ambas manos recoge algunas flores para ella.
Una espina le lastima un dedo mientras las arranca.
Ella recibe el ramillete con sus dedos largos, se para de puntillas y planta un beso en la frente de su amado.
-Ven, querida. Sentémonos un momento en esta banca, tomemos un instante los rayos de la luna.
Ella se desata una trenza y anuda con cuidado e infinita ternura, el dedo huesudo lastimado de Nicanor.
-Si mi vida, tomemos un baño de luna hoy. Mientras podemos.
01 Noviembre, 2010
Lilymeth Mena.



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