Lilymeth Mena Copiright 2014 © Todos los derechos reservados

Safe Creative

Registro de Propiedad Intelectual

Ronroneando.


En casa de los Arévalo el aire se sentía tan pesado, que podía cortarse en rebanadas. Hacía nueve meses que el hijo más joven estaba en cama agobiado por un virus de quirófano, esos que se le suben a uno durante alguna cirugía. A Ture, le habían realizado una de apéndice. Y con el paso de los meses en lugar de aliviarse se ponía peor, este virus estaba acabando con él. Le estaba atacando músculos y tejido.

Su cuerpo antes habituado al fútbol americano, ahora apenas lo mantenía sin respiradores ni tubos. Lo habían dado de alta para que terminara de recuperarse en casa, el peligro había pasado pero se le veía mal. Todo el tiempo se sentía en extremo fatigado y adolorido, a pesar de dormir muchas horas durante el día.
Se le notaba disminuido, casi pequeño.
El fisioterapeuta les advirtió que la recuperación seria lenta y fatigosa. Que tenían que apoyarlo todo lo posible sin caer en desesperación, mas aun, intentar distraerlo para que sobrellevara el dolor constante.
Sus padres, ya adultos mayores, se mordían los nudillos haciendo cuentas, luego de casi un año de pagar especialistas, medicinas, terapias. Pero intentaban toda cura prometida. Sus demás hijos ya vivían cada uno con su familia, esposa, hijos. Solo Ture los acompañaba en su vejez.

La luna llena caía sobre los tejados como una lluvia luminosa. Los techos a dos aguas parecían arrugarse de tanta blancura como pañuelos mal planchados. La plancha se ha quedado sin vapor.
El pobre Ture sudaba en abundancia mientras sufría uno de sus sueños recurrentes. Se miraba así mismo suspendido sobre un abismo, sus intentos de moverse o volar eran inútiles, terminaba sintiendo como todo su peso lo jalaba hacia abajo y caía. Se despertaba alterado, pero gracias a su medicación volvía a encontrar el sueño casi enseguida.
Marla, su gata negra, se le acurrucaba sobre los pies para preservar calor, habían sido compañeros desde la infancia de ambos, ahora los dos tenían doce años mas que cuando su padre le entrego a la minina dentro de una caja de cartón para su cumpleaños. En la casa todos sabían que para Ture su gata era intocable. Por eso aun estando enfermo le permitían al felino dormir sobre su amo como de costumbre.
La señora Arévalo entró al cuatro de su hijo para medirle la temperatura a las tres de la madrugada, como venia haciendo los últimos meses. Se fue cerrando la puerta cuidadosamente para no despertarlo.
Marla vigilaba los movimientos de la diminuta mujer con los ojos entrecerrados, como fingiendo que dormía. Cuando la anciana salió, la gata se puso de pie. Sus patitas negras caminaron lentamente sobre el cuerpo de su amo buscando llegar hasta su rostro. Los bigotes se le movían cuando ella daba un pasito, la cola cadenciosamente raspaba el ambiente que había sobre la cama. Ture sudaba frío cuando su mascota llegó a pararse sobre su pecho, los ojos amarillentos y brillantes lo miraban fijamente. El muchacho sufría dolor intenso mientras flotaba sobre el abismo de su sueño repetido.
Marla se sentó con toda la calma posible entre el pecho y el cuello de su dueño. Se detuvo un instante a mirar el sufrimiento de su amo, a cuantificarlo.
La gata acerco su hocico a la boca de su amo, tanto, que parecía que le daba un beso.
Por los labios entre abiertos de Ture, escapó su aliento, Marla lo absorbió con avidez, todo, sin dejar escapar ni un solo suspiro. Cuando el cuerpo inerte del joven se sacudía levemente por última vez, la gata ya se preparaba para saltar por el balcón hacia la terraza del vecino.
01 de Julio, 2010
Lilymeth Mena.
Safe Creative #1007016707618

Corazón azul.

Últimamente me lo había topado mucho por aquí, visitando a otros demonios. Su cara se había vuelto conocida para mi desde el día que casi choco de frente con él. Lo seguí por que me llamó la atención ver a alguien tan joven por estos lugares. Era Belfegor quien hacia trato con él esa noche. Aceptó su alma a cambio de no se que favor. Enseguida no pude menos que sentir pena por él. Tan joven y vendiendo su alma casi virgen a un desdichado demonio como Belfegor; y no es que Belfegor me caiga mal o le tenga algún resentimiento, no. Aquí todos compramos lo que nos van ofreciendo y damos a cambio lo que el pobre infeliz que permuta anda buscando. Finalmente somos todos comerciantes, negociadores. Trinqueteros.

Lo que sucede es que el Belfegor ese ya me ha ganado algunas almas en el pasado, y ciertamente no me da buena espina que fuese precisamente él, quien le comprase la suya a un muchacho tan joven. Cuando terminé mi ronda esa noche me vine a descansar a mi pequeña cueva. Una cuevita de menos de dos metros cúbicos donde solo cabemos mi cama de heno y yo. Suelo acurrucarme abrazando mis piernas, mientras escucho a lo lejos el eco de las voces de los que sufren los castigos que duran una eternidad y mil vidas más. Procuro no pensar mucho en ellos, ni en las circunstancias que me pusieron a mi en esta situación.
Del como llegué a demonio mercader de lo que sea en el infierno.
Lo volví a ver un par de veces mas, de verdad me causaba una inquietud extraña mirarlo con esa frecuencia aquí chachareando.*
No fue sino hasta anoche que me crucé con él deambulando por el pasillo oscuro de la calzada principal, casi lo dejo pasar de largo pues la neblina era tan espesa que no le reconocí de inmediato. Su mirada era la de alguien perdido, buscando algo que no logra ver, buscando tal vez algo que ni sabe como es. Decidí acercármele cuando voy viendo que el pinche Belfegor otra vez iba sobre él.
-Esta noche no, Belfegor. Hoy al muchacho le toca mercar conmigo. Tú ya le has comprado lo que te está permitido.
Belfegor me fulminó con una de sus famosas miradas de advertencia, pero sabiendo que yo tenía razón, se fue caminando hacia atrás sin dejar de mirarme. Frotándose las pegajosas manos.
-Veamos, que vienes a vender, muchacho? Que tienes para mi y que es lo que deseas?
-Necesito vender mi conciencia.
-Hummm…tu conciencia has dicho? Dime, no crees necesitarla alguna vez? En algún momento? Más adelante, quizá?
-No, ya he vendido mi alma, puedo vivir sin las dos.
-Vamos, y que es lo que quieres por paga?
-Quiero venganza.
-Típico. Bueno a mi me vale madres. Dime, de quien tengo que vengarme en tu nombre? Y por que?
-De mi novia, yo la amaba con toda el alma. Ella se fue con mi mejor amigo.
-Ah ¡ me parece justo. Quien se roba tu alma cuando es todo lo que tienes no merece perdón.
Entonces entrelace mi brazo derecho con su brazo izquierdo, dame un apretón, le dije. Me apretó.
-Listo, dalo por hecho.
El chico sonrío con una mueca macabra, como entre gozo y odio. Entonces hizo como que iba a dar un paso para alejarse, pero retrocedió y volvió a quedar frente a mi.
-Que? No has quedado satisfecho? Me he vengado de tu novia, pronto morirá y vendrá aquí al infierno a pagar una y otra vez por haber jugado con un alma que no le pertenecía. Entonces que quieres ahora?
-Me gustaría vengarme de mi mejor amigo también.
-Voy viendo que eres de los de todo o nada. Eso me gusta, al menos eres valiente y decidido. Aunque algo tonto si me permites, no sabes lo que te sucederá una vez que no tengas mas por vender aquí.
-Lo que suceda conmigo no me interesa. Bueno, vas a comprarme lo que me queda o no?
-Claro, tengo permitido hacer dos negocios contigo esta noche. Dime, que me ofreces, Veamos si puedes tentarme, sino, vete con Belfegor, ese infeliz compra lo que sea por muy dañado que esté.
-Te doy uno de mis dos corazones.
-Dos corazones? ah pero es que quieres burlarte de mi?
-Compruébalo tú mismo.
Con una de mis garras le corté el pecho desde el ombligo hasta la garganta, lo abrí como libro usado. Y efectivamente, tenía dos corazones, uno negro que apenas sostenía un latido débil y apagado, y otro azul encendido como fuego, fuerte y vigoroso.
-Hecho.
Le dije mientras tomaba el corazón azul con una mano y con la otra cauterizaba la herida de arriba abajo. Volvimos a darnos un apretón y el negocio quedó saldado.
-La venganza contra tu amigo comenzará pronto, se perderá en el vicio de las drogas y el alcohol, sufrirá angustias terribles que no en muchos años lo obligaran a suicidarse. Vendrá a unirse al circulo de los suicidas y vagará una eternidad reviviendo su muerte una y otra vez, sin descanso.
Esta vez el chico sonrío con mucha tristeza.
-Que sucede? No te he dado lo que viniste a buscar? No te he pagado al precio lo que me vendiste? Entonces por que esa cara larga?
-Se que luego de lo que te he vendido, yo mismo vendré a parar aquí. Quizá solo me quede un día o dos, cuando mucho. Ya no tengo alma, conciencia o corazón.
Entonces el muy idiota como recapacitando se puso feliz, radiante, sonriente. Como si le acabaran de decir que su billete de lotería se había sacado el premio grande. Me dio las gracias y comenzó a retirarse hacia el túnel.
-Un momento, sabes que ya no te queda nada, que morirás y vendrás a dar aquí mismo donde tú has visto lo que sucede, Entonces por que tanta felicidad?
-Acabo de darme cuenta de que vendré aquí y estaré con Ana y Jorge de nuevo. Sabes, a pesar de lo que me hicieron. Ellos han sido lo único que he amado allá arriba. Me alegra mucho saber que al final y como sea, estaremos por siempre juntos.
Asentí con la cabeza y lo dejé partir, su andar ahora era animoso, como si llevara para sus adentros un ritmo de dicha intima, como cuando sabes que algo hermoso va a sucederte pero solo tú lo puedes comprender, solo tú lo puedes ver.
Me di la vuelta y me dirigí a mi cueva, con mi costal mas pesado por un corazón azul ecuatoriano y una conciencia algo percudida, pero nada que la lejía no pueda limpiar.
*En México llamamos chacharear a comprar y vender usado.  
17 Junio, 2010
Lilymeth Mena
Safe Creative #1006176620287

Nevado

Abrí los ojos y di unos pasos hacia fuera. Los pequeños copos caían sobre mi cabello y mis hombros como una escarcha muy leve. Extendí los brazos en una especie de lluvia de júbilo interna. Mis pies descalzos no sentían frío. Me sentía feliz, por primera vez en mucho tiempo era feliz. Todo allá a lo lejos, hasta donde mi vista alcanzaba a ver era blanco. Un llano blanco con pinos muy altos, blancos también. Sin sol brillante pero con mucha luz. Tanta, que todo era de un blanco resplandeciente, casi fluorescente, como si cada cosa, el suelo mismo cubierto de nieve, tuviera luz propia.
Como si todo fuera pura energía fluyendo libremente por todas partes.
No sabía por que milagrosa razón. Pero aquel dolor que me aquejó durante tantos años, ahora simplemente había desaparecido. Los dedos de las manos podía encogerlos y estirarlos como cuando tenía veinte años menos, doblé las rodillas y bajé casi hasta el suelo, me sentía de maravilla. Tomé aire en una respiración ancha y gomosa pero sin obstrucciones.
Entonces noté algo que me preocupó.
Mi ropa era muy escasa, apenas un pantalón de gabardina doblado un poco hasta abajo, una camisa de manga larga azul con líneas en gris, también arremangada. Como podía estar sobre la nieve con copos cayendo sobre mi, sin sentir nada de frío?
Entonces un conejo blanco apareció junto a mi, como si hubiese salido de la nada. Un conejo grande, esponjado y gordo.
Sus ojitos rojos tenían un brillo muy marcado, como si estuviese con lágrimas contenidas todo el tiempo. Se sentó sobre sus patas traseras sin dejar de mirarme.
Entonces con voz muy aguda me dijo:
Que? No te has dado cuenta?
De que?, respondí, casi sin creer que le estaba hablando a un conejo.
Estas muerto.
15 Junio, 2010
Lilymeth Mena.
Safe Creative #1006166604914

Chico malo, rubia tonta.

Era un pueblito minero de esos que están en no se donde, habitado por puros no se quien, que buscan no se que. Las únicas distracciones, eran un prostíbulo, el bar y un cine. Todos los hombres trabajaban en las minas, salvo buenas excepciones que hacían falta para echar a andar el lugar, panaderos, el tendero, los maestros, el lechero, el cantinero y anexas. Por cierto, el cantinero era dueño del único bar. Un lugarcito húmedo, oscuro, bastante mal montado pero que compensaba todo con una mesa de billar y una rockola con doscientos Lp’s.
Los fines de semana eran una locura, los mineros iban subiendo de a pocos e igualmente se iban llenando los lugares donde se podían gastar la plata recién cobrada. El cine proyectaba la misma película una y otra vez en una especie de “permanencia voluntaria”. El panadero y el lechero entregaban el doble. Los niños podían jugar fuera hasta tarde para que el padre pudiera cumplir con su visita conyugal y la señora tuviera buena cara el resto de la semana.
Era un sábado de esos ya pasadas de las once de la noche. Los parroquianos en el bar disfrutaban de tarros fríos con cerveza oscura. En la mesa de billar se jugaba y apostaba un bola ocho. Dos mesas se habían juntado para el póker allá atrás.
En medio de lo que era una noche tranquila, se escuchó el ruido de un potente motor. No era otra sino la Harley Davidson de Axel. El hijo del socio mayoritario de las minas. Pocas veces se le veía por el pueblo, por que cuando él quería fiesta se iba a la ciudad, le repugnaba la simpleza y poca sofisticación de todo lo que le rodeaba. Cuando entró al bar nadie pudo evitar mirarlo, tenia toda la facha de chico rudo, pero a la vez mimado. Por que nadie que no sea un niño mimado puede vestirse como él en un lugar como este. Botas negras con hebillas, jeans azules, chaqueta de cuero y una playera negra con un diseño en letras mórbidas que se leían “From hell”.
Adivinando que esta noche ganaría un poco más, el cantinero se acerca y le ofrece una mesa. –No, quiero una al fondo, con espalda a la pared. Así lo hace el cantinero, limpia la mesa de tablas flojas para el señorito y le sirve. Mientras el tarro escurre y va mojando la mesa, Axel se la pasa atendiendo el celular.
Pasada la entrada del niño bonito, los comensales siguien con su fiesta cada quien en su cada cual, las bolas sobre la mesa de billar hacían que algunos, ya borrachos, soltaran gritos de enojo o de emoción. La espesura del humo de cigarro subía en espirales hasta el techo en las mesas de póker y un muchacho con mirada perdida no decidía que canción escoger en la rockola. El de la rockola ya tenia un buen rato ahí nomás, parado. Como si su decisión fuera cosa difícil pero importante. Cuando Axel dejó el celular le dijo en tono burlón al de la rockola.
–Por que te tardas tanto para escoger una canción? Te apuesto que cualquiera que elijas será fea y anticuada. Como todo en este inmundo pueblo.
-Te equivocas, esta rockola tiene doscientos discos, muchos de ellos son considerados clásicos. Hay muchas canciones buenas.
–Tú que puedes saber de música, si no eres más que un minero.
–Así eres siempre de petulante? No soy minero, soy maestro.
-Peor, a los mineros todavía puedo respetarlos por que el trabajo rudo forja el carácter, pero un maestro, es como una niña que lee libros. Vas a aceptar mi apuesta?
-Cual apuesta?
-Te dije que cualquier cosa que toque la rockola será una mierda, juegas?
-Yo nunca apuesto. El juego es para gente ociosa. Supongo que tú no has forjado el carácter aun, no has hecho nada de trabajo rudo.
Axel brinca de su asiento y con la mano derecha lo toma por la garganta, con la otra mano le oprime la nuca para obligarlo a sentarse. Todos se quedan impávidos observando.
-Vas a apostar o no? Deberías sentirte halagado maestrito de pueblo, yo no apuesto con cualquiera. Mira, si pierdo puedes pedirme lo que quieras.
-Y si pierdo yo?
-No creo que tengas nada que yo pueda desear, así que si tú pierdes, voy a cortarte un dedo. Me gustan las apuestas serias. Velo por este lado, no lo necesitas, no eres minero, ni siquiera panadero, eres maestro ¡ Pero si ganas, podrás tener lo que me pidas. Lo que sea.
En eso se abre la puerta y entra una chica rubia asombrosamente bella, vestida muy al estilo de Axel, botas, chaqueta de cuero, diminuta falda de mezclilla.
-No me digas que estas jugando ¡ Me tardé tres horas en llegar aquí, este pueblo es pequeño pero muy enredado. Anda, deja a este muchacho, vamos a la ciudad, Jane nos espera en su casa.
La rubia se acerca a Axel y le hace una caricia en el rostro. Su mano sólo tiene tres dedos.
02 Junio, 2010
Lilymeth Mena.
Safe Creative #1006026484168